Cada persona tiene una cajita llena de ilusiones, una caja
que cada uno llena con sueños que cumplir y deseos que realizar. En un
principio se llena de juguetes que conseguir, halagos que escuchar y juegos que
probar. Cuando eres adolescente se va llenando de amistades que ganar, objetos
que conseguir. Pero ¿Qué pasa cuando llega el momento en el que ves tu futuro y
lo ves incierto? Esa caja de ilusiones se hace cada vez más grande, a veces
incluso tanto que roza la avaricia. Deseos de querer ser algo en la vida, de
poder estudiar lo que te gusta, sueñas con tener una casa, un coche, ¿y qué
más? ¿Solo se va a regir a lo material? Dónde quedaron esas ilusiones de niños,
esas que tanto nos hacían felices y que no tenían casi insignificancia. Dónde
queda el deseo de tener siempre a tu familia, deseos de hacer feliz a alguien,
de poder decir tengo ahí a las personas que quiero, de poder gritar que tienes
a una persona a tu lado que siempre estará pase lo que pase… que pasó con todo
eso.
Os animo a pensar que ilusiones son las que llenan vuestra
caja, pero no las materiales, sino las que todos tenemos dentro, y que si las
tuviéramos creo que daría igual todo lo material… y ¿Por qué no? Al lado de las
ilusiones podéis agarrar de la mano a los miedos, miedos a no conseguir esas
ilusiones o tan solo miedo a no poder compartir esas ilusiones con las personas
que quieres o más fácil aún a no poder compartirlas con nadie. Porque aunque no
lo parezca esas ilusiones siempre llevan consigo unos “amigos” que no los dejan
solos, el miedo, la incertidumbre, la desesperación, la avaricia o incluso con
la desilusión. Hay que experimentarlas todas, no dejéis ninguna atrás porque
aunque las sensaciones no sean agradables siempre y las ilusiones no siempre se
cumplan… son sólo eso ILUSIONES.